Encontrar el momento para pensar sobre mí misma es como hallar la paz en el ojo de un huracán. Los momentos se suceden demasiado deprisa. La vorágine de sentimientos y hechos se arremolina en torno a mí.
Tantas decisiones tomadas.... ¿Cuáles fueron buenas y cuáles malas? Tantos recuerdos, risas, llantos, frustraciones y éxtasis... Compartidos o en solitario.
Ese refugio se va cerrando, derrumbándose sobre mí por la presión de las dudas y los recuerdos. Se angosta, se achica, se encoje... Y yo me ahogo en el mar de inseguridades y miedos. De vez en cuando, los grandes momentos de mi vida brillan ante mí, cual rayo que azuza la tormenta, y quedo un segundo congelada de estupor al volver a ese momento y plantearme cómo sería todo si ese único instante hubiera sido diferente.
Es lo bonito y cruel de la vida, que sólo tienes una, y para bien o para mal aquellos momentos ya pasaron, aquellas decisiones ya se tomaron, y yo soy la que yo misma me he hecho ser, con todas las consecuencias.
Aunque a veces daría lo que fuera por poder meterme en el huracán y retornar a 'ese' preciso instante...
Si ya lo decía Ortega y Gasset: yo soy yo y mis circunstancias.
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