El alba acude presta y dócil a la llamada
y de un triste quejido de la noche prisionera
nacen los albores de las luces altaneras
pregoneras del día que comienza.
Un yermo sólo queda donde quema
la tierra el fuego de la dorada esfera
secando las almas hasta hacerlas piedra
sanchopancescas quedan las cuentas de arena.
El día que ha de venir maldito sea,
que me lleven rea con mi jardín de estrellas,
que su oscuridad enturbie mis formas,
y en las sombras pueda ser lo que quiera.
Ruego Apolo sepa apreciar esta ofrenda
y su puntual carro para mi detenga,
que del tiempo la noche libre sea,
y el día vanidoso perezca.
El cálido abrazo trocar quisiera
por el helor que mis sentidos despierta,
la excesiva exposición canjeara
por la intimidad de la negrura discreta.
Veo agonizar mis tinieblas
clamo al cielo el tiempo detenga,
que no se vayan hasta que yo pueda
lo mejor de mi liberar para ellas.
Nada temo en su opaca presencia
y vuela de mí mi esencia
que la noche la guarde como estrella
y quien quiera apreciarla, allí pueda.
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