La sombra es un ser extraño, abyecto, lúgubre, olvidado. Es un ser que
dormita en lo más profundo de mi ser, que se abstiene de estar vivo y sin
embargo su presencia se hace patente en cada uno de mis actos. Reluce en cada
idea, en cada cálculo, en cada maquinación que mi mente hila meticulosamente,
pero también se aprecia en cada pálpito de mi corazón, en cada sentimiento, en
cada acto movido por esa debilidad del ser humano. Sombra es también mi
maestro. Él me enseña a mantener la compostura en todo momento, a ser
inalterable, a controlar mis impulsos. Me impone paciencia cuando mi
espíritu se alza irreflexivamente ante
una injusticia y me enseña a crear una venganza fría. Sombra es un ente
efímero. Vive en mi, duerme plácido arrinconado en mi alma, esperando la
oportunidad de inundar mi ser, de poseerme y ser dueño de mis actos una vez más
para luego, cual niño asustadizo, se retira raudo a su rincón de perversión y desfallece su
malignidad llevándose consigo su peligroso influjo. Carece de sexo, de imagen,
incluso de libertad. Es frío, calculador, frívolo, independiente. Es
manipulador y seductor, es también observador y tranquilo. Está sin estar, tan
volátil es, que a su paso por mi conciencia, mi mente, mi alma, no deja un solo
rastro que nos indique su presencia. Sin embargo está ahí. Es una tormenta que
acecha, explota y termina, pero en su calma posterior no hallarás agua
estancada en los huecos de mi ser. Cuando me posee, dejo de ser el de siempre,
cambia mi mirada, antes cálida y amable, ahora fría y penetrante. Desaparece mi
sonrisa sustituida por una perenne mueca sarcástica. Parezco una fortaleza
imposible de asaltar, altivo, fuerte, y miro con desdén a los gigantes, que han
quedado reducidos a enanos, que intentan destrozarme. Sombra me hace fuerte, me
protege cuando me hace falta y yo me refugio pequeño y vulnerable bajo su brazo
protector. Entonces me pregunto quien es mi verdadero yo. ¿Cuál de los dos
caminos es el correcto?
Son un mismo camino, un mismo fin, un mismo yo. Son dos senderos, dos
mitades, dos personalidades que habitan en un cuerpo que siento invadido. Sólo
es otra personalidad que espera agazapada a que le abra la puerta de su jaula y
poder ser dueña de mí durante un instante… unas horas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario