viernes, 13 de abril de 2018

El eco


La sombra es un ser extraño, abyecto, lúgubre, olvidado. Es un ser que dormita en lo más profundo de mi ser, que se abstiene de estar vivo y sin embargo su presencia se hace patente en cada uno de mis actos. Reluce en cada idea, en cada cálculo, en cada maquinación que mi mente hila meticulosamente, pero también se aprecia en cada pálpito de mi corazón, en cada sentimiento, en cada acto movido por esa debilidad del ser humano. Sombra es también mi maestro. Él me enseña a mantener la compostura en todo momento, a ser inalterable, a controlar mis impulsos. Me impone paciencia cuando mi espíritu  se alza irreflexivamente ante una injusticia y me enseña a crear una venganza fría. Sombra es un ente efímero. Vive en mi, duerme plácido arrinconado en mi alma, esperando la oportunidad de inundar mi ser, de poseerme y ser dueño de mis actos una vez más para luego, cual niño asustadizo, se retira raudo  a su rincón de perversión y desfallece su malignidad llevándose consigo su peligroso influjo. Carece de sexo, de imagen, incluso de libertad. Es frío, calculador, frívolo, independiente. Es manipulador y seductor, es también observador y tranquilo. Está sin estar, tan volátil es, que a su paso por mi conciencia, mi mente, mi alma, no deja un solo rastro que nos indique su presencia. Sin embargo está ahí. Es una tormenta que acecha, explota y termina, pero en su calma posterior no hallarás agua estancada en los huecos de mi ser. Cuando me posee, dejo de ser el de siempre, cambia mi mirada, antes cálida y amable, ahora fría y penetrante. Desaparece mi sonrisa sustituida por una perenne mueca sarcástica. Parezco una fortaleza imposible de asaltar, altivo, fuerte, y miro con desdén a los gigantes, que han quedado reducidos a enanos, que intentan destrozarme. Sombra me hace fuerte, me protege cuando me hace falta y yo me refugio pequeño y vulnerable bajo su brazo protector. Entonces me pregunto quien es mi verdadero yo. ¿Cuál de los dos caminos es el correcto?

Son un mismo camino, un mismo fin, un mismo yo. Son dos senderos, dos mitades, dos personalidades que habitan en un cuerpo que siento invadido. Sólo es otra personalidad que espera agazapada a que le abra la puerta de su jaula y poder ser dueña de mí durante un instante… unas horas…

No hay comentarios:

Publicar un comentario